Netflix: ¿Qué hiciste con Death Note?
Por Paula Arenas Mujica.
La nueva película en imagen real ya se encuentra disponible en la plataforma de streaming, con una historia completamente nueva y protagonizada por algún otro Light y algún otro “L”, en un universo paralelo y muy lejano a este clásico del animé
Por Paula Arenas Mujica.
Bastaba con sólo mirar los avances de la nueva adaptación de Death Note, producida por la industria norteamericana, para entender que se trataría de una versión muy alternativa a su historia original. Sin embargo, el panorama final de la cinta escapa por completo a la obra maestra de Tsugumi Ohba, creador del manga, y a la serie de animación que rompió todos los records bajo la dirección de Tetsuro Araki.
La nueva propuesta, dirigida por Adam Wingard, pese a contar con la misma libreta de la muerte como punto inicial de la historia -con Ryuk incluido- resulta ser, finalmente, un relato totalmente inesperado, con un principio, desarrollo y final que fueron a kilómetros de distancia por la dirección opuesta al original. Y en definitiva toda esa lejanía surge desde el primer instante en que decidieron tomar a los personajes, destruirlos y crear su propia versión de ellos.
Nos encontramos entonces con un nuevo Light, “Light Turner”, cobarde, poco decidido, y con un sentido de estrategia casi imperceptible que nunca habría podido competir con la genialidad de L. Aunque poco importa eso si consideramos que este nuevo L tampoco alcanza al original, quizás por el corto tiempo de la película que no logra desarrollar con claridad el trabajo mental que conlleva cada nueva deducción o respuesta. Además, está “Mía”, algo así como la versión empoderada de Misa-Misa, manipuladora, sin death note y con un amor a mucho menor escala hacia el protagonista.
En consecuencia, resulta imposible que Light se apropie por completo del poder de la libreta al punto de sentirse un dios indestructible y capaz de enfrentar a L, cuando eligen mostrarlo aterrorizado por ser descubierto. Ni mucho menos comprender la batalla mental que existe entre el protagonista y su adversario, si nunca existió una explicación clara de por qué su enfrentamiento pasa de ser un conflicto de ideales a un asunto personal.
La diferencia cultural entre ambas películas es también muy tangible en el desarrollo de la historia, algo que queda impreso en la personalidad del protagonista que básicamente busca “hacer el bien” con la libreta, de manera muy honesta, motivado por el recuerdo de la injusta muerte de su madre. Yagami Light, en cambio, utiliza el poder de la death note simplemente porque se considera el más apto para corregir la sociedad. El film de Netflix, por consiguiente, tiene la clásica visión del héroe que quiere salvar a todos, mientras que en el animé el protagonista se desarrolla de tal manera que hasta es posible cuestionar sus actos y elegir a su rival por sobre él. En la cultura japonesa no temen mostrar la parte más oscura de sus personajes.
Quizás el problema con esta película fue que nunca existió una intención de mostrar la misma historia, conocida y consagrada, que todos esperábamos. En tal caso el desafío de reducir los 12 volúmenes del manga, o 36 capítulos de la serie, en menos de dos horas era casi imposible. Por el contrario, lo que ellos hicieron fue tomar simplemente la death note en sí, y posicionarla en otro contexto, con otros personajes y otros ideales de por medio -aunque esta teoría falla si tomamos en cuenta el uso de los nombres-. Tal vez si la narración se hubiera situado años después de la caída de Light, con Ryuk buscando divertirse nuevamente con los humanos, apostando por un nuevo protagonista y un nuevo rival, hubiera sido una propuesta mucho más interesante que el producto final compartido por Netflix.
En cuanto a la producción de la película se puede decir que Nat Wolff (Light) y Lakeith Stanfield (L) en definitiva no alcanzaron las expectativas, aunque eso puede ser consecuencia de los mismos cambios que le dieron a sus roles. Las imágenes son bastante interesantes y los colores utilizados logran entregar esa tónica oscura y sombría que marca la historia en general -excepto por las escenas de muerte al estilo destino final (?)-.
En conclusión podemos decir que los creadores de esta cinta tuvieron en sus manos el poder de aportar con el legado de una obra maestra, aprovechando su potencial para hacer crecer su universo y proyección con el simple hecho de sacarla de Japón. Sin embargo eligieron jugar por lo seguro con una historia simple y superficial, que no remueve nada al interior de la audiencia y que en definitiva no puede cargar con el peso del nombre Death Note.